lunes, 25 de febrero de 2013

En la neblina oscura de mi mente

Dedicado a  C. H. A. B. (Q.D.E.P)


Hoy voy a ir por ti,
pero sé que te hallaré
en sus brazos
y despojos de lo que fuiste.

Y la oscuridad me dirá:
ya no vuelvas.

Gritaré y en medio de la neblina,
oscura neblina de mi mente,
me abalanzaré sobre ti
porque cuando estoy como muerto
te veo, te toco.

Aunque amanezca al día siguiente,
sintiendo la fría soledad de tu mano.

Veré lo poco que me quedó de ti,
en las cenizas de mi mente.



Fernando Betanco


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sábado, 23 de febrero de 2013

El regalo del viento


Caminaba como lo hacen los seres que se saben apetecidos, deseados. Se contorneaba con total descaro ante la vista de todos los hombres que pasaban por aquella calle (húmeda por la reciente lluvia). Algunos tipos le gritaban obscenidades. Esto, en vez de molestarle, le producía placer y lo demostraba con esas sonrisas de superioridad de las mujeres hermosas, esas sonrisas de satisfacción que nacen a pesar del esfuerzo por evitarlas. Este tipo de damas saben que acaparan la atención de los hombres y la envidia de las demás féminas.

Ella usaba una blusa negra de licra, el escote generosamente abierto, la diminuta falda azul grisáceo, unos zapatos de tacón tan altos como la torre Eiffel, y una cartera pequeña de cuero color negro en su hombro.

Movía su culo mientras transita la ciudad maldita, con el brazo izquierdo levantado y la mano caída, no miraba a nadie. Yo que era un imberbe en esos días, incapaz de hablarle a una mujer y peor a una tan despampanante como aquella, la contemplé paralizado. Pasó ante mí y pude oler lo que me pareció el dulce aroma de la lujuria.

Era como una agente de tránsito. Detenía a todo aquel que pasaba cerca de ella, incluso a los que venían en la otra acera. Yo la miraba alejarse entre triste y extasiado, ya que sería el recuerdo y alimento de mi imaginación por la noche cuando estuviera solo en mi cuarto, pero quería ver más y ¡oh Dios! Bendito viento que sopló tan fuerte en ese instante que le levantó la falda y pude ver su exquisita tanga roja, metiéndose a duras penas y entre empujones en aquellas nalgas grandiosas, firmes, redondas, color canela.

Es poco decir que esa noche fue una de las más hermosas, largas y fructíferas de toda mi adolescencia.

Fernando Betanco

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viernes, 22 de febrero de 2013

Micro entradas

Microcuentos


De camino al trabajo

Me encuentro una cabeza cercenada en la calle...me aparto silenciosamente, mi rostro es una estatua, mi corazón llora de impotencia...


Lágrimas

Un niño llora y le pide a su madre comida...la mujer lo mira con un rostro que expresa rabia, impotencia, vergüenza...dolor...


Burócrata

En su oficina, el político se deleita con un delicioso almuerzo mientras manosea a su secretaria...afuera el guardia aguanta hambre.


Fernando Betanco

jueves, 21 de febrero de 2013

El caminante de Tegucigalpa


El que ha dejado sus pies por angostas calles de piedra,

y suplicado a Dios que esta ciudad no se derrumbe

anhelado los días de invierno

para refugiarse en sus caderas.

El que respira el aire místico de sus catedrales,

de sus estatuas llenas de oscura melancolía

de siglos pasados y atrapados en el tiempo.

Ese, el que recorre las calles…

ese, soy yo…


El caminante de Tegucigalpa.


Fernando Betanco


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miércoles, 20 de febrero de 2013

Crónicas de Tegucigalpa: En los buses


El día parecía igual que cualquier otro, ya se sabe a qué me refiero. En las noticias se daba la noticia de otro escándalo destapado, siempre terminado en azo, como ya es costumbre, por ejemplo el chinazo, el gasolinazo, el tarjetazo, y esta vez al parecer le tocaba a los frijoles por lo que el título era el frijolazo. Escuchaba como por inercia las noticias y, la verdad, me entraban por un oído y me salían por otro. Era el mismo discurso de siempre: que la corrupción, que a dónde íbamos a llegar, que qué barbaridad y al final todo el asunto se olvidaría en dos o tres semanas cuando otro escándalo se destapara o jugara la selección nacional de fútbol. Por eso mi mente trataba de escaparse de esas ondas sonoras que mi cerebro convertiría en infaustas noticias.

Era una mañana de esas en que Tegucigalpa desafía la zona tropical en la que se encuentra y muestra un ambiente opaco y lúgubre. Este ambiente es mi predilecto. Siento hasta cierta alegría en esta soledad vacía que inunda mis días, estaba próximo a llegar a donde me tocaba bajarme, pero como siempre se armó el congestionamiento, nada raro, pero por desgracia un par de vagos se subieron al autobús, gritando esto es un asalto, el que se mueva o intente hacer algo lo matamos y acto seguido comenzaron a despojar a todas las personas de sus celulares y billeteras. Se acercan a mí y les doy mi celular y les digo que no tengo dinero (es mentira; sí tengo algo, pero la técnica funciona a veces). Me apuntan en la cabeza. Es curioso cómo se detiene el tiempo en estas situaciones, todo parece moverse en cámara lenta. Pienso que este es el fin. Veo en los ojos de ese tipo que es un animal, alguien con las manos manchadas de sangre. Está colérico. Escucho claramente los latidos de mi corazón que retumban en mis oídos como tambores de música tribal, he quedado mudo, me creo despedir de este mundo, cierro los ojos, escucho un disparo… Se arma un alboroto. La gente comienza a gritar, se escuchan más disparos, huele a pólvora. Abro los ojos; tengo sangre en la cara pero no es mía. Un cuerpo está desplomado cerca: es el asaltante; una bala le ha destrozado la cabeza. La gente está agachada sin atreverse a mirar. Hay otro maleante tirado en las gradas. Un señor obeso de ropa negra y sombrero blanco se salta entre los asientos y las personas, apresuradamente. Lleva un arma en su mano. No alcanzo a decirle gracias, es mi héroe anónimo. No veo bien su rostro y tratando de conservar la calma se pierde entre los otros buses y autos aglomerados. Solo instantes antes de que los curiosos comiencen a llegar al lugar, me levanto, estoy muy cerca del trabajo. Antes de bajarme hecho un vistazo a los maleantes. El que me apuntaba a la cabeza tiene un certero disparo en la sien, parte de la piel ha desaparecido y lo que llamamos carne viva se muestra a la vista. La expresión de su rostro es de dolor. Su compañero que estorba la salida (ni muertos dejan de molestar) tiene una mueca más macabra, claro, recibió más disparos, quedó con los ojos abiertos. Me pregunto si desde el infierno se puede ver la tierra.

Salgo del autobús metiendo las manos en mis bolsillos. He recuperado mi celular. Voy a llegar tarde a mi trabajo, me va a regañar mi jefe, por esta vez no me importa, total, la vida es corta para amargarse por detallitos. Paso entre la multitud que me mira asombrada. Alguno me pregunta si yo he visto algo o qué ha pasado, que si estoy bien. No les contesto, sigo mi camino, no hay tiempo que perder, hay que vivir.

Es solo un día más en Tegucigalpa.

Fernando Betanco

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martes, 19 de febrero de 2013

La pesadilla de otro mundo


El soñador se ve así mismo caminando por un salón enorme, elegante, lleno espejos y se le antoja creer que está en una casa en los primeros años del siglo XX en alguna ciudad de Europa Central. Después se acerca a un cuarto  pequeño de aspecto más acogedor por medio de un pasillo envuelto en la penumbra, iluminado tenuemente con algunas antorchas dispersas e insuficientes y aunque no hay nadie a su alrededor, el siente la presencia de multitudes de seres antropomorfos se agrupan y lo miran a través de las sombras y lo siguen desesperados como deseando atraparlo ¿será posible que en un universo alterno? El soñador busca algo, no sabe exactamente de que se trata, pero tiene relación con un cuerno dorado manchado con sangre. Al llegar al mencionado cuarto se detiene de repente, una imagen lo ha dejado fuertemente impresionado pues delante de él hay un cuadro macabro, irreal, él se ha paralizado y si no se desmaya es simplemente porque no puede: Cerca de una ventana enorme cubierta con unas majestuosas cortinas azules, está el cuerpo firme de un hombre sin cabeza, su ropa lo revela como un militar, en su cuello se encuentra una mancha roja, se pueden distinguir los huesos de la columna vertebral, aquel cuerpo mueve su brazo y acaricia algo, el soñador desvía su mirada para ver qué es lo que acaricia, su sorpresa es enorme cuando descubre que es una cabeza humana que sonríe con aire altivo, sin duda pertenece al decapitado, lleva el cabello largo y revuelto, una barba muy poblada esconde la mayor parte de su rostro, sus ojos le muestran a alguien arrogante, lleno de una secreta y peligrosa sabiduría y dirigiendo esas dos pupilas duras directamente en el soñador le pregunta ¿qué quieres? El corazón del soñador comienza a acelerarse descontroladamente y desearía despertarse ahora mismo, lo intenta pellizcándose con fuerza, pero no sucede nada, entonces comienza a pensar que en realidad no está soñando, que está es su realidad,  horrorizado trata de escapar mientras una carcajada macabra resuena en la habitación que ahora deja, pero, para aumentar su angustia y desesperación por más que lo intenta no logra salir de ese pasillo, es en ese momento en el que se comienza a sentir en el limbo, como si flotara, le parece que está a punto de caer en un abismo, todo está perdido. Una mano toca su hombro,  un frio estremecedor y abundante le recorre la espalda.
Sombras, pinturas de hombres deformes, instantes vacios del no se qué.
El soñador despierta dando un grito de espanto, su corazón parece que le va a salir por la boca, mira a su alrededor fuertemente agitado y entonces descubre que se halla en una habitación pequeña, envuelta en una penumbra de sobra conocida y hasta más intima y confortable, poco a poco se va sintiendo más tranquilo, el alumbrado público la  llena de pedazos de luz a manera de pequeñas lagunas dispersas en una tierra de sombras. Reconoce ese calor húmedo, pesado que empapa el ambiente propio de los meses de verano en un país tropical. Ahora recuerda, se recuerda quién es, por un instante de veras creyó que realmente vivía en aquella época pasada convulsionada por la primera guerra mundial -pues el presume que ahora vive muchos años en el futuro-, se restriega fuertemente los ojos con la mano hasta que produce de sus globos oculares un sonido que a él siempre le ha parecido gracioso algo así como si destripara con las manos un huevo. Se levanta, enciende la luz y contempla de un rápido vistazo a su alrededor, está en un apartamento de un segundo piso, de una colonia típica de casas de avenidas peatonales. La habitación es pequeña, hecha con bloques de arena y cemento sin repellar, sin divisiones. El lugar es un caos completo pues la ropa, cajas de cartón, basura y libros están tirados por todas partes. En la cocina que solamente la constituyen una mesa de madera de pino, una estufa eléctrica de dos hornillas, platos sucios, comidas rápidas a medio empezar o terminar según como se mire, además de ratones que hacen sus delicias con las sobras, luciendo una pasmosa tranquilidad sin importarle en lo más mínimo la claridad, ni el humano que los observa algo aturdido. También un buen número de cucarachas se pasean como si fueran las verdaderas dueñas del lugar instaladas en cualquier rincón posible; en las paredes, en el piso, en las mesas, en los muebles…
El soñador camina despacio como si de un anciano próximo a morir se tratara, pensando en todo y pensando en nada, en un momento se sienta y se adormece por una fracción de segundo, abre los ojos y está en el mismo lugar, entonces algo más lucido se pregunta si realmente no sería mejor si su realidad fuera la de la pesadilla que ha tenido hace solo un instante, o quién sabe si la verdad es que su alma se reparte en dos mundos alternos, los dos igualmente tenebrosos.
Se levanta y observa el calendario, sonríe, pensando en lo ridículo de sus pensamientos, solo ha tenido un mal sueño se dice, nada más.
La noche era quieta y pesada en aquella ciudad centroamericana con pasado colonial, los perros, como buenos recepcionistas, ladraban avisando que Satanás se paseaba por esas calles polvorientas.
En otro lugar, colocada delicadamente en una fina bandeja de plata colocada a su vez en una lujosa mesa de caoba, una cabeza ensangrentada ríe a carcajadas  mientras una mano de un cuerpo decapitado le acariciaba el cabello con ternura casi perturbadora, si, y se nota en su mirada la sed de sangre y lujuria que solo pueden albergar las mentes más sádicas y despreciables de cualquier mundo.

Fernando Betanco

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La sangre en la pared




Lo asesiné, sí, lo asesiné, a sangre fría. Todavía recuerdo y me molesta ese brillo diabólico en sus ojos antes de ver el arma apuntándole en la frente. Entonces fui yo el que sonreí de esa manera, macabra infernal, disfruté cada fracción de segundo el ver su cara de angustia antes de jalar el gatillo.

No tuve ningún tipo de arrepentimiento, lo dejé tirado ahí y lo único que lamenté fue que su agonía no fuera más larga, pero remordimiento o algo así, no. Todavía está en mi memoria el humillante acoso del que fui víctima durante mis años en el colegio, sus bromas de mal gusto, sus abusos. Por eso será que caminé con cierta paz por las angostas y húmedas calles del centro de Tegucigalpa. Tenía la confianza de que esa muerte a diferencia de otras me iba a traer pocos problemas, ya que aquel cuerpo sin vida en su momento realizaba el mismo trabajo que yo, asesino a sueldo, y además de eso él tenía muchos enemigos de su época de estudiante que seguro aplaudirían mi acto de justicia del día de hoy.
Al haber dado algunos pasos y sin pensarlo ni saber por qué volví mi cabeza de lado y vi de reojo los pedazos de sesos y la sangre estrellados contra la pared.

El día era opaco y triste pero en mi interior crecía, ganaba terreno y se expandía como el big bang una dulce sensación de felicidad, de oscura felicidad. 

Fernando Betanco

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El motivo de este blog...

Hola mi nombre es Fernando Betanco, en este blog publicaré mis relatos, mi poesías, posiblemente con alguna ilustración. Mi otro blog es: La guarida de las historietas en el que publico caricaturas e historietas. Cuando hago historietas me limita mucho el hecho de tener que hacerlo todo yo. El crear la historia es un trabajo y dibujarla es otro. Por eso siempre me he sentido muy cómodo haciendo cuentos, aunque mis errores ortográficos me provocan ciertas vergüenzas, en general creo que es mucho más sencillo que hacer paquines. En mayor medida porque casi toda mi producción se limita a cuentos, he incursionado en novelas pero hasta ahora no he terminado ninguna de una manera satisfactoria. Los relatos, el genero tan alabado por Borges, me permite terminarlo en una semana, mientras que en las novelas perfectamente se puede demorar años en terminar un borrador.

Mi deseo de escribir nació desde los 14 años aproximadamente, incluso antes a los 12 años escribí una historia porque la profesora nos lo pidió. Estaba en sexto grado.  El resultado fue una mezcla del libro "El corneta" de Roberto Castillo junto con mis ideas religiosas que tenía profundamente arraigadas en ese momento. Por fortuna/desgracia esta pequeña incursión en la literatura se perdió.

Después sucedieron muchas cosas, en mi vida, la rutina de la pobreza, perdidas importantes y significativas de seres queridos y el descubrimiento ya en serio de la literatura. Me decidí a escribir un libro de relatos en las vacaciones entre segundo y tercer año de bachillerato, lo hice incansablemente hasta que los pude acabar y los mande a mecanografiar a un negocio de servicios secretariales (todo ocurrió en el año 2000 aquellos días era todavía menos accesible tener una computadora) lo envié a la Editorial Guaymuras, recibiendo una respuesta negativa dos meses después. No puedo decir que me destrozo en aquel momento, pero para un joven de 17 años sin ningún tipo de apoyo no se puede negar que fue difícil de asimilar, aunque fue un comienzo y eso fue lo importante. Ahora mucho tiempo transcurrido y después muchos relatos escritos, con tantas lecturas (nunca las suficientes) me doy cuenta que eran relatos "menores". Aunque la persona que los transcribió me dijo: "Están buenos".

No quiero decir que soy un escritor consagrado víctima de las editoriales comerciales y que por eso no he publicado nada hasta ahora. Tengo mis fallos de forma como me los ha señalado mi amigo Kalton Bruhl. No he logrado publicar nada,  quizás no tengo talento para esto, quizás me falta mejorar sólo algunos detalles, quizás debo volver a la escuela primaria a aprender el abecedario. No sé. Espero este blog me ayude a recibir comentarios con criticas constructivas.

Ah...¿qué que me gusta escribir? De todo un poco, pero sobre todo relatos de terror, relatos negros, relatos sociales, un poco de ciencia ficción y fantasía. ¿Llegara el día que escriba tipo Borges o Cortázar? No lo sé.

Fernando Betanco

P. D.: Por si no lo han notado este pequeño articulo a manera de presentación del blog ha tenido innumerables correcciones, y las seguirá teniendo.