El soñador se ve así mismo
caminando por un salón enorme, elegante, lleno espejos y se le antoja creer que
está en una casa en los primeros años del siglo XX en alguna ciudad de Europa
Central. Después se acerca a un cuarto
pequeño de aspecto más acogedor por medio de un pasillo envuelto en la
penumbra, iluminado tenuemente con algunas antorchas dispersas e insuficientes
y aunque no hay nadie a su alrededor, el siente la presencia de multitudes de seres
antropomorfos se agrupan y lo miran a través de las sombras y lo siguen
desesperados como deseando atraparlo ¿será posible que en un universo alterno?
El soñador busca algo, no sabe exactamente de que se trata, pero tiene relación
con un cuerno dorado manchado con sangre. Al llegar al mencionado cuarto se
detiene de repente, una imagen lo ha dejado fuertemente impresionado pues
delante de él hay un cuadro macabro, irreal, él se ha paralizado y si no se
desmaya es simplemente porque no puede: Cerca de una ventana enorme cubierta
con unas majestuosas cortinas azules, está el cuerpo firme de un hombre sin
cabeza, su ropa lo revela como un militar, en su cuello se encuentra una mancha
roja, se pueden distinguir los huesos de la columna vertebral, aquel cuerpo
mueve su brazo y acaricia algo, el soñador desvía su mirada para ver qué es lo
que acaricia, su sorpresa es enorme cuando descubre que es una cabeza humana
que sonríe con aire altivo, sin duda pertenece al decapitado, lleva el cabello
largo y revuelto, una barba muy poblada esconde la mayor parte de su rostro,
sus ojos le muestran a alguien arrogante, lleno de una secreta y peligrosa
sabiduría y dirigiendo esas dos pupilas duras directamente en el soñador le
pregunta ¿qué quieres? El corazón del soñador comienza a acelerarse
descontroladamente y desearía despertarse ahora mismo, lo intenta pellizcándose
con fuerza, pero no sucede nada, entonces comienza a pensar que en realidad no
está soñando, que está es su realidad,
horrorizado trata de escapar mientras una carcajada macabra resuena en
la habitación que ahora deja, pero, para aumentar su angustia y desesperación
por más que lo intenta no logra salir de ese pasillo, es en ese momento en el
que se comienza a sentir en el limbo, como si flotara, le parece que está a
punto de caer en un abismo, todo está perdido. Una mano toca su hombro, un frio estremecedor y abundante le recorre la
espalda.
Sombras, pinturas de hombres
deformes, instantes vacios del no se qué.
El soñador despierta dando
un grito de espanto, su corazón parece que le va a salir por la boca, mira a su
alrededor fuertemente agitado y entonces descubre que se halla en una
habitación pequeña, envuelta en una penumbra de sobra conocida y hasta más
intima y confortable, poco a poco se va sintiendo más tranquilo, el alumbrado
público la llena de pedazos de luz a
manera de pequeñas lagunas dispersas en una tierra de sombras. Reconoce ese
calor húmedo, pesado que empapa el ambiente propio de los meses de verano en un
país tropical. Ahora recuerda, se recuerda quién es, por un instante de veras
creyó que realmente vivía en aquella época pasada convulsionada por la primera
guerra mundial -pues el presume que ahora vive muchos años en el futuro-, se
restriega fuertemente los ojos con la mano hasta que produce de sus globos
oculares un sonido que a él siempre le ha parecido gracioso algo así como si
destripara con las manos un huevo. Se levanta, enciende la luz y contempla de
un rápido vistazo a su alrededor, está en un apartamento de un segundo piso, de
una colonia típica de casas de avenidas peatonales. La habitación es pequeña,
hecha con bloques de arena y cemento sin repellar, sin divisiones. El lugar es
un caos completo pues la ropa, cajas de cartón, basura y libros están tirados
por todas partes. En la cocina que solamente la constituyen una mesa de madera
de pino, una estufa eléctrica de dos hornillas, platos sucios, comidas rápidas
a medio empezar o terminar según como se mire, además de ratones que hacen sus
delicias con las sobras, luciendo una pasmosa tranquilidad sin importarle en lo
más mínimo la claridad, ni el humano que los observa algo aturdido. También un
buen número de cucarachas se pasean como si fueran las verdaderas dueñas del
lugar instaladas en cualquier rincón posible; en las paredes, en el piso, en
las mesas, en los muebles…
El soñador camina despacio
como si de un anciano próximo a morir se tratara, pensando en todo y pensando
en nada, en un momento se sienta y se adormece por una fracción de segundo,
abre los ojos y está en el mismo lugar, entonces algo más lucido se pregunta si
realmente no sería mejor si su realidad fuera la de la pesadilla que ha tenido
hace solo un instante, o quién sabe si la verdad es que su alma se reparte en
dos mundos alternos, los dos igualmente tenebrosos.
Se levanta y observa el
calendario, sonríe, pensando en lo ridículo de sus pensamientos, solo ha tenido
un mal sueño se dice, nada más.
La noche era quieta y pesada
en aquella ciudad centroamericana con pasado colonial, los perros, como buenos
recepcionistas, ladraban avisando que Satanás se paseaba por esas calles
polvorientas.
En otro lugar, colocada
delicadamente en una fina bandeja de plata colocada a su vez en una lujosa mesa
de caoba, una cabeza ensangrentada ríe a carcajadas mientras una mano de un cuerpo decapitado le
acariciaba el cabello con ternura casi perturbadora, si, y se nota en su mirada
la sed de sangre y lujuria que solo pueden albergar las mentes más sádicas y
despreciables de cualquier mundo.
Fernando Betanco