Aquel
maestro tenía fama de extorsionar a sus alumnas, se comentaban muchos casos de
los abusos que cometía sin que nadie pudiera probarlo o simplemente a
nadie de las autoridades le interesaba.
Así
que cuando amenazo a la humilde Juana, con reprobarla si no se acostaba con él,
y ella acepto casi de inmediato él se dijo: “Soy un dios”.
En
el hotel hizo que ella se desnudara primero y que le bailara, pero en uno de
aquellos movimientos ella tomo una lámpara de noche y se la estrello en la
cabeza. Cuando despertó estaba desnudo, la boca amordazada y atado de pies y
manos, mientras una Juana ya vestida y con una tijera enorme, lo miraba con una
sonrisa de oreja a oreja y le decía en voz baja: “Ahora ¿qué se siente?”, y
acto seguido hundió la rutilante herramienta en el tentáculo flácido.