La planicie era árida. Kilómetros y kilómetros de reseco pasto. Nuestro auto se había quedado sin combustible en medio de la nada. Ese no era el plan que tenía para mi luna de miel. Mi esposo, Adrián, insistió en que hiciéramos este alocado viaje, pero olvido llenar el tanque de combustible.
A lo lejos observamos una pequeña casa, a la
que decidimos visitar.
—Tal
vez el dueño tenga combustible o por lo menos una manera de comunicarse con un
servicio de grúas. Ya que nuestros celulares no tienen señal —dijo mi amado.
Pronto
llegamos a la vivienda. Inmediatamente nuestras esperanzas se diluyeron, pues
estaba deshabitada y casi en ruinas.
Entramos
en ella por curiosidad y pensado que quizás podría servirnos de refugio para pasar
la noche. El lugar estaba infestado de cucarachas, lagartijas, ratas…, pero no
había otra opción.
Volvimos
al auto y trajimos colchas y comestibles. Ya que Adrián estaba distraído en su
móvil me dispuse a explorar la casa. Escondida entre los ladrillos de una pared
encontré un librito muy deteriorado, comencé a leerlo. Inmediatamente me di
cuenta de que era un diario. Al azar encontré una página que tenía el siguiente
texto:
En cuanto él se vaya haré mis maletas y
me marcharé de este lugar, para siempre. Ese hombre ya no es mi esposo, es un
demonio, espero estar a tiempo de salvar mi vida… lo que vi ayer fue
horrible… eso no es de este mundo.
Me
pareció que la mujer en cuestión necesitaba con urgencia visitar al psiquiatra.
Pero por lo visto la residencia había sido abandonada hacía mucho tiempo y los
dueños no se habían molestado en llevarse los muebles...
Continué
hojeando el diario hasta que me encontré un par de fotos, Una mujer muy hermosa
sonreía, seguro era la dueña del diario. Pero lo que me hizo estremecer fue la
foto del cónyuge. Era en blanco y negro; pero no podía equivocarme. Era Adrián,
no podía ser un antepasado suyo porque nadie más podía tener esa cicatriz en su
frente, ese lunar debajo de su ojo izquierdo… me paralizo el miedo.
Un
ruido hizo que me volteara, frente a mí estaba Adrián, que me miraba
atentamente, sus ojos tenían un brillo extraño…
—Amor, ¿Qué te parece si compramos este lugar y pasamos la luna de miel aquí?
Fernando Betanco