miércoles, 11 de septiembre de 2013

El zombi y el pajarito

El Zombi camina arrastrando los pies, moviendo esas piernas que parecen hechas de plomo, poco flexibles, lleva sus manos levantadas a medias como un sonámbulo. Sólo la ciudad destrozada por las llamas y la catástrofe lo observan, y un pajarito. Pero este animalito es diferente a los demás pues no tiene las pupilas enrojecidas por el deseo de sangre. Una pata lastimada la obliga a permanecer en el suelo, en un agónico danzar. El Zombi, ha olido sangre fresca, no esa coagulada que suele comer, llena de gusanos y llagas. Se agacha lentamente, el pajarito intenta escapar pero no puede, atemorizado agacha su cabeza hasta casi esconderla entre su plumaje, tiembla y gorgotea. El Zombi lo toma con sus manos tiesas como la madera, la lleva hasta su cara, lo observa. Su cerebro intoxicado apenas puede distinguir qué es, los ojitos negros parecen llorar de angustia, por un instante el Zombi parece recordar lo que es la ternura, la compasión, la humanidad y al instante, de un solo bocado, se engulle al pajarito.


Fernando Betanco

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