Poco a poco, a medida, voy caminando
por este valle de la muerte
dejo tiradas en el suelo las espinas que
salen de mi propio cuerpo,
de mi espalda, de mi nuca.
Camino por el valle de la muerte
y de huesos rotos, calaveras que me
hablan y me suplican que no me vaya,
que las acompañe para siempre.
Las espinas en mi cuerpo me las vuelven a
clavar los demonios que no desean
que me despierte, de esta triste
pesadilla gris.
Y los zopilotes sentados
en una rama,
lamiéndose
el pico, esperan que
yo me derrumbe.
No estoy totalmente afligido ni estoy
totalmente sano.
Sigo dejando las espinas de mi espalda,
A cada paso.
Y la carga se hace menos pesada.
Los recuerdos no me duelen como ayer.
El sol está enfrente de mí
pero lo miro fijamente,
sonrío y avanzo.
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