La
pelea estaba por concluir, el joven caballero tenía la victoria asegurada, el vampiro
cedía ante el impulso y determinación del amado que rescataba a su amada. Le
voló la cabeza de un tajo, golpeando la espada en el muro de piedra. La espada
se hizo añicos y las esquirlas se esparcieron brillando ante la luz del
amanecer. Enterró su navaja de plata en el corazón de aquel demonio, tuvo que
protegerse pues las llamas se apoderaron del vampiro y rápidamente se convirtió
en cenizas. La felicidad inundo su corazón, ya todo había terminado, por fin
podía reunirse con el amor de su vida. Se acerco a ella, pletórico de amor, la
desato, sintió su piel fría, y la noto pálida como la nieve. Temió que hubiera sido
convertida en uno de esos seres malignos. No despertaba, fue cuando la verdad
le golpeo la cara como un torrente de agua helada. Descubrió su hermoso pecho y
allí pudo comprobar sus sospechas. Una parte de la hoja de su espada se había
clavado en su corazón.
Entonces
el joven caballero, lleno de lágrimas, se clavo el puñal de plata en su pecho. Sólo
entonces se pudo reunir con su amada, esta vez para siempre.
Fernando Betanco
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